- ¿Qué haces? -dijo ella-.
- Comiendo -contestó el-.
Se le hizo algo extraño que le preguntara eso, a esa hora de la mañana.
- ¿Por?, ¿por qué me escribiste? -preguntó el, dando a entender que la hora era inusual-.
- ¿Qué sentiste? -le preguntó también-.
Hubo una pausa en ese momento, de unos 40 segundos.
- ¿Está todo bien? -preguntó ella-.
A lo que el respondió, que todo estaba bien.
Y ella dando la respuesta a la pregunta "¿Qué sentiste?"; hizo una ligera pausa.
[...]
- Tristeza -respondió ella-.
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